domingo, 20 de septiembre de 2015

MEGAPOLLO. Nuevos capítulos


16 de julio de 2014 a las 15:50
Conviene leer antes el primer episodio.

   Podemos considerar que Berzu, el "megapollo" ha superado la  etapa infantil. Aunque no teníamos una intención clara de que se quedara en casa, la realidad es que sigue aquí. Son los inconvenientes de haber criado sin una pretensión comercial y de valorar muy exhaustivamente las condiciones de vida futura que se le podrían plantear. No queríamos para Berzu un hogar donde estuviera solo, aislado de otros congéneres y considerado como un puro objeto de mimos humanos. El tiempo ha ido pasando.

    En estos meses, además de aprender a volar o a comer variado y por sí mismo, sin la ayuda o la presencia de humanos, Berzu ha tenido que socializarse con otros loros, es decir, aprender a saludar, a ceder espacio, a que otros ejemplares también pueden querer ese objeto o ese posadero que le interesa a él... Nadie mejor que los propios loros para enseñarle límites a un jovenzuelo caprichoso.

   Como decíamos entonces, la intención no es suscitar adhesiones, sino añadir datos a otros muchos datos para que cada uno piense y pueda sacar sus propias conclusiones. Hace dos años, a estas horas, estábamos tratando de dormir un poco más después de los desvelos de traer a este mundo un ejemplar de yaco cuyo origen había sido demasiado complejo. Todavía hoy no estamos seguros de si hicimos bien, de si quizás deberíamos haber dejado todo en manos de una sabia naturaleza que parecía decidida a que este ejemplar no llegara a nacer...

    Hoy encontramos que Berzu es un yaco grande, de preciosa estampa y temperamente fuerte. Ha resultado ser macho y, pese a las dificultades iniciales, sus pruebas clinicas han dado resultados óptimos. Para quien no conoce su historia, puede parecer un yaco asilvestrado, para nosotros sigue siendo una incógnita, pero ciertamente, sí comprobamos que parte de nuestros planes han funcionado. Criado a mano desde el cascarón, prefiere estar con otros loros o suelto a su aire por la sala de vuelo antes que estar sobre nosotros, aunque eso cambia si quiere comer y las raciones no están aún dispuestas, entonces nos persigue como yaco que conoce quienes son los proveedores oficiales. Nos persigue, pero no nos pide como un polluelo inválido, más bien exige, incluso a picotazos, que se atienda esa necesidad. Habrá a quien eso no le parezca bueno. Como no hemos buscado otra cosa, a nosotros nos resulta no solo normal, sino bastante deseable.

  Con los elementos domésticos Berzu es menos miedoso que un yaco silvestre , tarda menos en aceptarlos y apenas gruñe, pero es cauto y receloso como todos los yacos saludables que hemos conocido. Desde el comienzo ha tenido acceso a juguetes y materiales con que ejercitarse, vuela con eficiencia y defiende su espacio. Desde sus primeros meses en este mundo, hemos procurado que consuma todo tipo de frutas y verduras frescas, adaptándonos a las diferentes temporadas. Adora la sandía, que apura hasta devorar la cubierta, la granada y los nísperos, come mejor unas frutas que otras, pero no rechaza ninguna y le encanta que le ofrezcamos semillas de melón o los envases del yogur para jugar con ellos. Cuando le ofrecemos algo nuevo, suele apartarse a distancia prudente y observa la reacción de los adultos. Si Camilo (el yaco más veterano) o Polly-su madre- aceptan la oferta, él prueba también y después aplica su propio criterio.

    En este último tramo de su etapa juvenil, puede decirse que parecen salvados los escollos que nos hicieron temer por él, las complicaciones digestivas, los sobresaltos diarios. Ahora toca más bien estar pendientes de que no desmonte su jaula cuando lo tenemos en ella. Vocaliza un repertorio bastante completo de sonidos de yaco y dice además muchas de las palabras que aprendió de  Camilo. No extraña la llegada de nuevos ejemplares, incluso a veces se pone tan pesado como lo fueron con él.  La pequeña Matilde, que pasó con nosotros esta primavera, tuvo buenas ocasiones de comprobarlo.

¿Podemos decir que hemos tenido éxito? Esa es la cuestión ¿A qué llamaríamos éxito? ¿A que haya sobrevivido? ¿A que no se le noten los tropiezos? ¿A que sea manejable o a que no lo sea en demasía? ¿A que sea tan grande y guapo como sus padres? ¿A que no se les parezca demasiado?... Nosotros no tenemos una respuesta, creo que nunca la tendremos. Berzu es y será un loro artificial, aunque se le note  poco y hasta se nos olvide a veces. Los humanos no sabemos casi nada y en nuestro caso, somos conscientes de ello. Desearle feliz cumpleaños es un poco felicitarnos a nosotros mismo y tal vez no sea oportuno, pero somos imperfectos, así pues, ahí va: ¡Feliz megacumpleaños, Berzu! Te seguimos.




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