domingo, 20 de septiembre de 2015

MEGAPOLLO. Nuevos capítulos


16 de julio de 2014 a las 15:50
Conviene leer antes el primer episodio.

   Podemos considerar que Berzu, el "megapollo" ha superado la  etapa infantil. Aunque no teníamos una intención clara de que se quedara en casa, la realidad es que sigue aquí. Son los inconvenientes de haber criado sin una pretensión comercial y de valorar muy exhaustivamente las condiciones de vida futura que se le podrían plantear. No queríamos para Berzu un hogar donde estuviera solo, aislado de otros congéneres y considerado como un puro objeto de mimos humanos. El tiempo ha ido pasando.

    En estos meses, además de aprender a volar o a comer variado y por sí mismo, sin la ayuda o la presencia de humanos, Berzu ha tenido que socializarse con otros loros, es decir, aprender a saludar, a ceder espacio, a que otros ejemplares también pueden querer ese objeto o ese posadero que le interesa a él... Nadie mejor que los propios loros para enseñarle límites a un jovenzuelo caprichoso.

   Como decíamos entonces, la intención no es suscitar adhesiones, sino añadir datos a otros muchos datos para que cada uno piense y pueda sacar sus propias conclusiones. Hace dos años, a estas horas, estábamos tratando de dormir un poco más después de los desvelos de traer a este mundo un ejemplar de yaco cuyo origen había sido demasiado complejo. Todavía hoy no estamos seguros de si hicimos bien, de si quizás deberíamos haber dejado todo en manos de una sabia naturaleza que parecía decidida a que este ejemplar no llegara a nacer...

    Hoy encontramos que Berzu es un yaco grande, de preciosa estampa y temperamente fuerte. Ha resultado ser macho y, pese a las dificultades iniciales, sus pruebas clinicas han dado resultados óptimos. Para quien no conoce su historia, puede parecer un yaco asilvestrado, para nosotros sigue siendo una incógnita, pero ciertamente, sí comprobamos que parte de nuestros planes han funcionado. Criado a mano desde el cascarón, prefiere estar con otros loros o suelto a su aire por la sala de vuelo antes que estar sobre nosotros, aunque eso cambia si quiere comer y las raciones no están aún dispuestas, entonces nos persigue como yaco que conoce quienes son los proveedores oficiales. Nos persigue, pero no nos pide como un polluelo inválido, más bien exige, incluso a picotazos, que se atienda esa necesidad. Habrá a quien eso no le parezca bueno. Como no hemos buscado otra cosa, a nosotros nos resulta no solo normal, sino bastante deseable.

  Con los elementos domésticos Berzu es menos miedoso que un yaco silvestre , tarda menos en aceptarlos y apenas gruñe, pero es cauto y receloso como todos los yacos saludables que hemos conocido. Desde el comienzo ha tenido acceso a juguetes y materiales con que ejercitarse, vuela con eficiencia y defiende su espacio. Desde sus primeros meses en este mundo, hemos procurado que consuma todo tipo de frutas y verduras frescas, adaptándonos a las diferentes temporadas. Adora la sandía, que apura hasta devorar la cubierta, la granada y los nísperos, come mejor unas frutas que otras, pero no rechaza ninguna y le encanta que le ofrezcamos semillas de melón o los envases del yogur para jugar con ellos. Cuando le ofrecemos algo nuevo, suele apartarse a distancia prudente y observa la reacción de los adultos. Si Camilo (el yaco más veterano) o Polly-su madre- aceptan la oferta, él prueba también y después aplica su propio criterio.

    En este último tramo de su etapa juvenil, puede decirse que parecen salvados los escollos que nos hicieron temer por él, las complicaciones digestivas, los sobresaltos diarios. Ahora toca más bien estar pendientes de que no desmonte su jaula cuando lo tenemos en ella. Vocaliza un repertorio bastante completo de sonidos de yaco y dice además muchas de las palabras que aprendió de  Camilo. No extraña la llegada de nuevos ejemplares, incluso a veces se pone tan pesado como lo fueron con él.  La pequeña Matilde, que pasó con nosotros esta primavera, tuvo buenas ocasiones de comprobarlo.

¿Podemos decir que hemos tenido éxito? Esa es la cuestión ¿A qué llamaríamos éxito? ¿A que haya sobrevivido? ¿A que no se le noten los tropiezos? ¿A que sea manejable o a que no lo sea en demasía? ¿A que sea tan grande y guapo como sus padres? ¿A que no se les parezca demasiado?... Nosotros no tenemos una respuesta, creo que nunca la tendremos. Berzu es y será un loro artificial, aunque se le note  poco y hasta se nos olvide a veces. Los humanos no sabemos casi nada y en nuestro caso, somos conscientes de ello. Desearle feliz cumpleaños es un poco felicitarnos a nosotros mismo y tal vez no sea oportuno, pero somos imperfectos, así pues, ahí va: ¡Feliz megacumpleaños, Berzu! Te seguimos.




EL PROYECTO MEGAPOLLO 1ª Parte.

(Publicado por primera vez como nota en nuestro perfil de facebook el día 31 de enero de 2013 pero aún actual)
   Cada año nacen decenas de yacos (Psittacus erithacus) en España y en un buen porcentaje de casos son criados artificialmente, así que cabe pensar que lo que contaremos en este texto no es nuevo. Nosotros mismos hemos criado otros ejemplares desde hace décadas. Sin embargo, esta historia es algo diferente y creo que vale la pena detallar cuestiones que podrían servirnos para reflexionar.

   Desde el primer ejemplar del que tuve que hacerme cargo, aprecié que hacíamos muchas cosas mal, al menos desde el punto de vista del animal, de que en casi toda la escasa información a que podía acceder -hace de esto casi 25 años- el objetivo prioritario era el deseo y la comodidad del humano, incluso cuando los loros no sufrieran maltrato (o al menos no otro maltrato que el hecho de estar cautivos y sometidos a nosotros). Siempre me ha preocupado mejorar paso a paso los métodos y siempre he pensado que la naturaleza era el principal modelo a imitar. Hoy sigo convencida de ello y por ello me esfuerzo.

   Entraré pues en materia hablando de nuestros yacos, los parentales. Son ellos la razón de que haya un pequeño más en casa y la razón última de estas líneas. Ellos y las decenas de ejemplares que como ellos son y, por desgracia, van a ser en los años venideros.

   La hembra nació en un criadero comercial de los mayores de Europa, fue criada a papilla artificialmentedesde la 6ºsemana (la que algunos técnicos estiman como etapa ideal para sacar del nido) y vendida a un comercio donde terminaron su cebado y la vendieron a un particular. Desde su adquisición fue  un ejemplar físicamente saludable, dócil, aunque bastante excitable, con buena disposición hacia los humanos... Digamos que comercialmente era una “buena mercancía”… O no tanto. también desde el primer momento mostraba un extremado  temor a la oscuridad, sustos y aleteos nocturnos por cualquier razón. Pese a que sus propietarios se esmeraban en acomodarla del mejor modo, el asunto tardó varios años en mejorar y requiso un trabajo muy concienzudo para que aguantara noches completas en las mismas condiciones que otros ejemplares de su edad. Por suerte para ella, había ido a parar a un lugar en que la querían y respetaban sus peculiaridades.
   Durante años, nosotros  la estuvimos viendo por temporadas cortas, cuando nos la traían en residencia por las vacaciones. Aquí, durante el día, desplegaba sus encantos con todos los vecinos de “campamento” y se  aprendía los nombres y sonidos de cada uno de ellos. Un día tuvimos la triste llamada de sus propietarios, las circunstancias, muy reales, de la vida les impedían continuar cuidándola y solo querían que estuviera bien, que alguien en quien confiaban y que la conocía perfectamente desde muy joven pudiera hacerse cargo de ella. No pedían nada a cambio, solo que aquella preciosa hembra continuase con una vida de calidad y no perdiese todos sus referentes. Tras pensar un buen rato en las condiciones que podíamos ofrecerle, aceptamos la adopción, así que aquella vez, hace ya años, volvió para quedarse.

   El macho también ha sido criado con  papilla; nació en diferente criadero y circunstancias que  la hembra. También el objetivo, desde el instante de nacer, había sido hacer de él un loro mascota y a ello se orientó el trabajo: cebado artificial, sociabilización en ambiente familiar, etc. También lo conocemos desde muy joven, cuando con unos seis o siete meses lo trajeron por vacaciones.      
   Aunque su aspecto imponente pueda aparentar lo contrario, desde siempre ha sido un ejemplar con acusada neofobia, pero notablemente pasivo en ocasiones en que cualquier otro yaco aprovecharía para volar, jugar o relacionarse con el entorno o con otros loros, muy seriamente aterrorizado por los niños pequeños y auténticamente obsesionado por la comida; por lo demás, bellísimo, charlatán y razonablemente manejable. Teniendo en cuenta que el objetivo había sido venderlo como mascota, no era tampoco “mala mercancía”. Había manifestado en su viejo hogar algún brote de picaje localizado, que por fortuna hace años que no se repite. También durante años ha estado volviendo en vacaciones. A raíz de aceptar a la hembra, observando el extremado interés de ella,  que él parecía razonablemente receptivo y que los propietarios del macho comenzaban a asumir que en su hogar no acababa de estar a gusto, les propusimos un préstamo de cría con opción a otras decisiones definitivas.

   Desde el primer momento, aunque se manifestaba ese aparente interés mutuo entre ambos, se fue haciendo evidente que el macho no estaba entendiendo a aquel espécimen de su color y tamaño como un congénere, sino acaso como un juguete interactivo bien diseñado. Si lo explicáramos con términos “humanizantes” era extremadamente egoísta, buscaba su propio entretenimiento y la interacción nunca era equitativa, hasta el punto de que en bastantes ocasiones, estando la hembra más que predispuesta para el cortejo y la cópula, él la ignoraba o prefería dedicar su atención a un posadero o a la mano que le colocaba el comedero en la jaula. Sin embargo, tampoco parecía gustarle nada que otros seres vivos interactuaran siquiera vocalmente con la hembra. Ella por su lado mostraba una clarísima preferencia por ese ejemplar, así que pensamos que sería cuestión de dejarlos a su manera, dando tiempo. Cuando menos, se harían compañía y aprenderían juntos nuevos modos.

   Ya juntos en la misma jaula,  colocamos un nido de madera. Pasó más de un año desde que  ella comenzó a tocarlo e inspeccionarlo hasta que él se decidiera a aproximarse a ese lateral de la jaula, luego a que le pareciera algo digno de curiosear, lo que todavía es más significativo si consideramos que él ya había dispuesto de cajones a modo de cobijo en su anterior hogar y en su alojamiento individual, antes de estar con ella.  Por supuesto, ante su desinterés, hemos probado otras opciones, hemos permitido que estuvieran sueltos (ocasiones en que él se limitaba a permanecer en lo alto de la jaula o incluso en el interior con la puerta abierta si los recipientes de la comida estaban  dentro).

   Por meses observamos a la hembra con posturas de solicitud que eran sistemáticamente ignoradas hasta que en algún momento, más por la extrema dedicación de ella que por la habilidad de él, consiguió que la montase. Entonces se inició una nueva etapa igualmente desconcertante, el macho estaba permanentemente intentando copular, pero sin verdaderos rituales de cortejo como hemos visto en otros machos, sino más bien en el esquema “aquí te pillo y aquí te mato” Lo que teniendo en cuenta el firme temperamento de la hembra ha dado lugar a sonoros encontronazos, aunque por otro lado, los intentos de reconducir o reemparejarlos con otros ejemplares  tampoco funcionaron. Volviendo al lenguaje cotidiano: ella había elegido a su tipo y no pensaba entenderse con otro; él, dada su cada vez menos activa conducta fuera de este dúo peculiar, tampoco parecía tener un porvenir muy claro, así que decidimos aceptar el caso como venía y alojarlos juntos esperando novedades.

    Hubo varias puestas claras y luego un par de huevos que no acabaron su ciclo; el macho los destruía en su afán por acaparar en todo momento a la hembra y el nido, así que comenzamos a adoptar alguna otra medida, visto que ella parece dispuesta para ser una buena madre y que queríamos evitar en lo posible la incubación artificial.Una vez hecha la puesta, separamos al macho a una jaula contigua al nido, pensando en que mantuvieran el contacto sin acceso de él a los huevos, pero imaginando que acaso mantendrían la interacción. Entonces cesó su interés por la hembra consagrándose a bandejas, barrotes y enseres de su propio alojamiento, de modo que ella acababa cuidando mal la puesta para salir a procurarse comida. No lograba mantener las condiciones por sí misma.

    En una nueva reunión de la pareja, con extremos cuidados de parte de ella y mucha vigilancia nuestra, llegó a nacer un polluelo. Todo aparentaba ir bien, pero pasados unos días del nacimiento, cuando empezábamos a pensar que lo estábamos llevando a buen puerto, el macho comenzó de nuevo a  no colaborar .Ella acabó teniendo que salir a comer, momento aprovechado el padre para entrar al nido, matar al pequeño y tomar de nuevo posesión de aquel lugar. Era imprescindible cambiar de nuevo el plan.

    Las opciones más inmediatas eran dos, de una parte, volver a separar al macho y apoyar a la hembra cebándola y disponiendo la comida tan cerca del nido que apenas tuviera que dejarlo, para que mantuviese el calor; de otra, la retirada de la puesta para su incubación artificial. Ambas opciones nos desagradaban por el exceso de intervención, pero parecía  necesario hacer algo al respecto. Dado que las circunstancias nos dificultaban en esos momentos la reestructuración de la jaula y que habíamos conseguido preparar una incubadora, asumimos que nos tocaría cebar a los polluelos desde el primer día. Otra vez fue preciso aceptar que los hechos iban más rápido que nosotros, antes de completar la puesta, nuestro macho había vuelto a entrar al nido y dañar ligeramente los huevos, así que los retiramos de inmediato y colocamos los dos en la incubadora.

    Desde este momento comenzó otra etapa. La experiencia nos ha mostrado, no solo con este macho, sino con otros muchos ejemplares, hasta qué punto es perjudicial una confusión de identidad específica en un loro. No se trata solo de esas anécdotas, para algunos divertidas, de que el loro se “enamore” del perro o de la abuela de la casa, se trata de que ese espécimen se convierte en un inadaptado perpetuo, incapaz  de adecuarse a las circunstancias que su larga vida puede depararle. Ningún criador, ningún propietario pueden saber qué será de un loro cada momento de su larga existencia. Debería ser capaz de aprender a adaptarse cuando menos a lo que son situaciones probables en cautividad.

   Hace treinta años poníamos el objetivo en la mansedumbre, en la docilidad, sabíamos muy poco y bastante mal sabido, pero hoy sería imperdonable caer en los mismos errores. Al menos nuestra conciencia nos lo dictaba así, de modo que desde que tomamos aquellos dos  huevos en la mano decidimos aplicar ingenio y el conocimiento adquirido para paliar en todo lo posible los efectos de nuestra intromisión. Aunque tocara cebar a aquellos polluelos desde el nacimiento íbamos a procurar que se les notara lo menos posible. Quizá una paradoja si pensamos en la cantidad de criadores que se proponen justo lo contrario, que el loro sea poco menos que un humano con plumas.

   El primer huevo no llegó a término, el embrión estaba muerto y en pocos días fue evidente a la inspección (En este punto debo aclarar que, incluso aunque no se llegue a romper el cascarón, es crucial que los huevos no sean zarandeados bruscamente, ya que en caso contrario, aún estando fecundados,  el embrión puede ser dañado y morir) pero el segundo continuaba progresando a muy buen ritmo.

   Podía haber sonado muy bonito eso de “rescatar a los pobres polluelos de un padre asesino” pero esa no es la realidad y solo hubiese asegurado tener nuevos desclasados, aunque lo fueran por razones diferentes. Queremos estar seguros de que hemos hecho todo cuanto hemos sabido para que este sea un yaco en toda la extensión de la palabra. Habíamos comenzado por colocar la incubadora en la misma sala que los padres y organizándolo todo para que ese pollo, que parecía que sí podía nacer, tuviese desde el primer instante prácticamente todo lo que hubiera tenido en el nido, excepto el problemático contacto directo con su padre. Escucharía sus sonidos, los vería cuando debiera salir del nido, ellos podrían verlo a él día a día y acaso en un futuro...

   Cuando se cumplió el tiempo de incubación según nuestros cálculos, comprobamos ilusionados que el pollo estaba abriendo la cámara de aire y que se le escuchaba con claridad. A la inspección nos parecía muy grande, pero la verdad es que es difícil decirlo cuando se observan solo siluetas y sombras tras el cascarón… Empezamos a observar también los primeros signos de picoteo en la cubierta. Estábamos preparados, pero bastantes horas después empezamos a sospechar que algo andaba mal. La rotura del cascarón se había detenido, hacía ya tiempo que no progresaba y al trasluz parecía que la cámara de aire estaba ya totalmente ocupada. Desde que un polluelo comienza a romper la membrana que lo separa de la cámara de aire hasta que consigue abrirse paso al exterior tiene un tiempo limitado, en el que puede respirar esa reserva de aire,  si no logra salir fuera, muere asfixiado dentro del cascarón, así que planeamos una intervención más, leve en este caso; abrimos un pequeño orificio en el punto en que parecía estar la cara, si el pollito estaba bien con eso respiraría y continuaría su trabajo. Escucharle gritar con más ahínco al percibir la entrada de aire nos animaba. Volvimos el huevo a la incubadora para esperar, pero el pequeño seguía sin avanzar. O estaba demasiado agotado o había más problemas.

   Siempre he temido abrir un huevo en esta etapa. Si el polluelo no está listo, hay altas posibilidades de dañar su unión con el saco vitelino y que se desangre. Si el saco no está bien absorbido hay riesgos de infecciones y además los polluelos prematuros se enfrían y deshidratan con rapidez, es decir, muchas papeletas para que se muera ante tus ojos, dejándote una horrible sensación de culpabilidad y de ser un puñetero manazas. Esperamos unos minutos más, pero cada vez la llamada del pollo era más débil, así que armados con suero, pinzas, bastoncillos de algodón y glicerina, decidimos abrir. Pronto  se hizo evidente la razón del retraso, además de que, en efecto, el pollito era muy voluminoso para el tamaño del huevo y por tanto la reserva de aire había sido escasa, la posición del pequeño en el interior era anormal. En la avicultura convencional se cataloga como malposición III y, si hemos de creer citas como la de S. Clubb y A. Philips en “Psittacine aviculture” el ejemplar colocado en esa forma morirá si no se interviene, ya que el ala, colocada sobre la cabeza, impide continuar el movimiento de giro y el pipeteo que le llevarían a completar la apertura del cascarón.

   Aquel pequeño ser, sonrosado, tierno y calentito parecía tan fuerte que me negaba  a pensar que no podía salir adelante, así que muy poco a poco, con gotas de suero tibio cuando entreabría el pico, lo rehidratamos y fuimos moviendo su ala con el bastoncillo untado en glicerina. Cada vez que se encogía o se quejaba ligeramente temía que empezara a torcerse todo, esperaba unos segundos y vuelta a empezar, ayudando a rotar y sacar la cabeza de su trampa o más bien, a soltar el ala hacia fuera. El pequeño se enfriaba enseguida, pese a que la habitación parecía caliente y nosotros sudábamos, por fin el ala salió completa del cascarón. Parecía normal y no daba impresión de que la hubiéramos dañado, además el pollo parecía iniciar un movimiento, no había sangrado, así que decidimos esperar a ver si ahora podía salir por sí mismo en cuanto recuperase la temperatura y las fuerzas. Lo volvimos a la incubadora y cruzamos los dedos.
  
   A la siguiente inspección el polluelo estaba fuera del cascarón, sin trazas anormales del vitelo y con excelente aspecto. En las horas siguientes comprobamos que, como ya nos había sucedido en estos años con otros casos de nacimientos difíciles, el pequeño se deshidrataba bastante. Corregimos ligeramente los índices de la incubadora, le suministramos suero y fuimos logrando que se estabilizara. Aceptó muy bien la primera comida, una papilla diluída al 1:5 que, por supuesto, recibió a pocos centímetros de su madre. Ésta hacía ruiditos de reclamo cada vez que escuchaba el quejido del pollo y se mostraba realmente atenta y curiosa con nosotros. El macho pasaba del desinterés a la postura de amenaza, en algún momento incluso amagó molestar a la hembra, pero como hemos dicho, ella es ya suficientemente segura de sí misma para parar dichos amagos.

    Durante tres meses hemos cuidado de que el pollo esté alojado en un recipiente oscuro, profundo, caliente, evitándole la llegada de luz intensa incluso durante las tomas y procurando que escuche a  sus padres, hemos colocado dentro del falso nido, además del sustrato que absorba la humedad y sea mullido para sus patas,   bolas blandas e irregulares de celulosa  con las que se rozase al moverse, simulando así en cierto modo el contacto de otros hermanos, para no privarle del sentido del tacto, y hemos ido siguiendo en cuanto hemos podido la guía de nuestra observación de otros padres menos complicados.
   Pesábamos cada día antes de la primera toma, anotábamos los cambios y seguíamos combinando intuición y conocimiento, pero sobre todo esperanza. Bromeando por sus resultados comenzamos a referirnos a él como el “megapollo”.

   Un día, al limpiar su nido, una rendija de luz algo más intensa le alcanzó desde arriba y escuché al pequeño emitir un gruñido de miedo absolutamente inconfundible- quien ha escuchado a un yaco emitirlo sabe a qué me refiero- supe que en efecto algo era ya diferente a otros criados desde el cascarón y sin adultos. Él si sabía “sonar como un yaco”, aunque las condiciones de crianza no fueran las ideales.

   Cuando nuestro pollo estuvo lo bastante fuerte y vigoroso para trepar hasta el borde de su falso nido, salió hasta la entrada para curiosear, así que pasamos el cobijo a una jaula con ramas y apoyos cercanos a la boca de éste para que saliese cuando lo deseara. También desde ella podía ver y escuchar a sus padres, pues la montamos adosada a la de ellos. Tenía casi tres meses cuando empezó a permanecer fuera por propia voluntad y entonces comenzamos a ofrecerle un muestrario de alimentos sólidos que podía alcanzar y explorar con su pico. También veía como sus padres comían. Como era de esperar, al ir tomando la comida sólida, comenzó a no desear tanto la papilla de cebado y a estar más alerta a su entorno, así que consideramos que era el momento de permitir que pudiera volar y ejercitarse.  Dado que no podíamos dejarlo aún solo en un aviario y que estaba entrando en la etapa en que hubiera iniciado su sociabilización si se hubiese criado naturalmente, empezó a pasar varias horas  cada día en la sala en que se ejercitan otros loros, con sogas, perchas más y menos inestables, ramas y demás posibles apoyos. De vez en cuando le ofrecíamos un poco de papilla para reforzarlo, pero ya comía muy bien, aunque todavía pasaron algunos días más antes de que controlara la apertura de todo tipo de semillas y los aterrizajes.

   No deja de ser un loro artificial o humanizado, nacido en cautividad, criado entre paredes y rejas, alimentándose con productos en su mayoría europeos, pero continuamos procurando que se le note solo lo justo y que eso no impida que en un futuro, si así se dan las cosas, sepa tratarse con otros ejemplares como él, reconocerse como loro,  saludar o enfadarse como ellos. De hecho, nos complace comprobar que no siempre quiere estar con nosotros, que emite sonidos muy similares a los de otros compañeros de sala, que curiosea a los demás especímenes con idéntico empeño que a los humanos, que sabe dirigirse a ellos tanto con sonidos de solicitud claramente infantiles o enfadarse como todo un yaco...

   El día 15 cumplió seis meses. Ahora trabajamos en algunos pequeños detalles para su manejabilidad en este entorno humano en que ha nacido: acudir a la llamada de sus cuidadores, guardarse en un trasportín o en la jaula, tolerar la presencia de otros humanos y de otros animales si ellos lo respetan a él y alguna otra servidumbre de esta vida en cautiverio. No hemos tenido la menor intención de que admita caricias ni contactos innecesarios, aunque sí que los reclama en ocasiones y le gusta jugar con nosotros, pero sabe entretenerse, ser autónomo y “manifestar su opinión”. Necesita, como todo yaco normal, sus tiempos y sus ritmos para aceptar novedades, pero no se aterroriza por ellas en el modo en  que lo hacían sus padres. Si todo es normal, pronto estará listo para una vida autónoma. Mañana pasará una revisión  veterinaria completa, después de las atenciones que ya ha ido teniendo durante su proceso de crecimiento. Le hemos llamado Berzu.

   Más o menos con esta edad conocimos a sus padres y ya entonces se apreciaban en ellos modos de conducta que no presenta este ejemplar. Solo el tiempo dirá si hemos hecho un buen trabajo, dadas las circunstancias, pero nuestro “megapollo” es una prueba más de que no es imprescindible criar un loro sobreexponiéndolo desde el día  de sacarlo del nido para que pueda adaptarse a la convivencia en cautividad. Nuestros parentales continúan sin ser capaces de procrear con éxito a sus nidadas y también son la prueba viviente de muchas cosas.

   No he escrito esta nota para hacer un alarde, puesto que poco o casi nada sabemos aún, ni para satanizar a quienes no lo hacen como yo, porque siempre se está a tiempo de evolucionar,  sino para animar a quienes esto lean a reflexionar y, acaso, a cambiar detalles de su propia tenencia y de sus propios modos. Ponemos empeño en cuestiones importantes, pero nos despistamos-algunos premeditadamente- de otras.Bienvenido el cuidado de los menús, de los enseres, de las jaulas, bienvenidos también los planes de enriquecimiento ambiental y los chequeos veterinarios anuales, pero con todo, la mayoría de nosotros tiene una visión a corto plazo y muy focalizada a un único objetivo. Los loros, los yacos en este caso, son seres longevos, inteligentes, sensibles y muy complejos, así que un enfoque limitado tiene altísimas probabilidades de funcionar mal en la larga vida de un espécimen, que podría incluso sobrevivirnos. Ni los criadores ni los propietarios podemos saber cuál será el futuro de un ejemplar que nace hoy, de modo que deberíamos obligarnos a asegurar que pueda adaptarse a los cambios con todas las herramientas que podamos proporcionarle.

   Por eso hoy, como aquel primer día en que empezamos a subir fotografías y a contar su historia, nosotros continuamos siguiendo a Berzu con los dedos cruzados.

NOTA: para quienes no sabéis de lo que  hablo, aquí está el enlace al álbum de fotos: https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151094006239479.449908.57665334478&type=3

sábado, 19 de septiembre de 2015

LA EDAD DE LA INOCENCIA. (El arduo trabajo desde la salida del nido hasta la edad adulta.

Por Ana Matesanz de Guarouba Consultores de flora y fauna
(Adaptación de las ponencias de igual título presentadas en las "Jornadas internacionales sobre cuidados y conservación de loros" y el curso "Become a parrot")

No es infrecuente que la adquisición de un loro mascota pase de ser la realización de un sueño a un cúmulo de desencuentros y frustraciones. ¿Por qué sucede esto? Muchos propietarios  iniciaron el proceso buscando información y creían haber seguido bien los pasos, buscando un ave papillera en un criadero afamado, pero  las cosas no son tan sencillas. El objetivo de este trabajo es ayudar a comprender mucho mejor que la infancia de un papagayo es larga, compleja y que está necesitada de guías, que la mayoría de particulares desconocen cuando deciden compartir su vida con una mascota de este tipo.




Para comenzar, muchos propietarios e incluso criadores, ignoran que el camino entre los especímenes de la primera imagen y el de la segunda se extiende mucho más allá de los pocos meses que el ave pasa en el criadero y que ese proceso comprende una serie de etapas intermedias que serán cruciales en la futura vida del ave, en sus capacidades físicas y psíquicas, en sus  habilidades sociales.
Los biólogos y especialistas en general distinguen al menos cinco etapas en la vida de un psitácido. De ellas, por lo menos tres son anteriores a la plena madurez:
1-NEONATO.
Se llama así al animal desde el momento del nacimiento y durante las primeras fases de su desarrollo posterior. En el caso de un loro, comprendería desde el momento de la eclosión hasta que comienza a salir del nido.

   
Casi cualquiera entendería  por neonato el ejemplar en primer plano, incluso el de la derecha, pero la inmensa mayoría de particulares no sabría que también el ejemplar  en segundo término lo es, pese a parecer casi tan grande como sus padres. ¿Qué diferencia a un loro neonato de otro que no lo es? ¿Qué caracteriza a esta etapa?
   Algunas cuestiones son difíciles de entender para un particular, pero hay evidencias que paso a enumerar y que van produciéndose mientras el ave está dentro del nido:
·       El meato auditivo y los ojos se van abriendo
·       Se están osificando y endureciendo los huesos largos, muchas articulaciones y suturas óseas están por consolidar.
·       Se va sustituyendo el plumón neonatal por otro nuevo que en muchas especies tiene incluso diferente color.
·       Se están formando, emergiendo y desarrollando las plumas cobertoras, remeras y caudales.
·       La pigmentación del iris es oscura, la visión es escasa y adaptada a la penumbra del nido.
·       Los parámetros resultantes en hematología, bioquímica, etc. son particulares y distintos de los de un adulto y están en evolución.
·       El pico se está keratinizando y adquiriendo dureza, tiene elementos específicos para su uso en esta etapa que irán desapareciendo con la maduración (Voceras y/o apéndices blandos y flexibles en los laterales para facilitar el cebado, diente de huevo, etc.)
·       Los huesos craneales están aún por soldar y consolidar.
·       El proventrículo está dilatado y adaptado a una alimentación aportada por los padres
·       Los órganos sexuales apenas han iniciado su desarrollo
·       La cordinación y psicomotricidad apenas permiten el desplazamiento autónomo
·       Incapacidad para mantener las constantes vitales de humedad y temperatura corporal fuera del cobijo paterno.
   Desde el punto de vista del desarrollo físico,psicológico y social , estos ejemplares son absolutamente dependientes de terceros para su supervivencia. En el medio natural estos loros permanecerían continuamente en el interior del nido, a resguardo de la luz, de los ruidos, de los cambios de temperatura, etc. y dependiendo de que un adulto acuda a  cebarlos. Durante un plazo que varía de unas especies a otras, pero que no es inferior a un mes en las especies pequeñas ni a tres en las medianas y grandes, esos loros dedican su tiempo a comer, dormir, a percibir el movimiento de sus hermanos o sus padres en el nido más por el tacto que por la vista y los sonidos que llegan amortiguados por las propias paredes, a recibir apenas un rayo indirecto de luz que se filtra por el hueco de la entrada, aprenden los primeros sonidos familiares y los primeros modos de contacto.
    Solo cuando los músculos de sus patas, de su tronco, de su cabeza y sus alas están listos para la tarea de trepar, guardar el equilibrio y sostenerse, comienzan a asomarse allá arriba, a la entrada de la cavidad que los aloja, y van adaptando su vista a la luz y su postura corporal para percharse y aletear ejercitando las alas. Aún pasarán algunos días antes de que se decidan a saltar. En ese momento inician la etapa de volantones.
2-VOLANTÓN
   Suelen llamarse así los loros que empiezan a dar sus primeros vuelos. Como los de todo animal que está aprendiendo, éstos son torpes, erráticos, el aterrizaje es brusco, impreciso. Al movimiento innato de mover los miembros superiores para guardar el equilibrio,  hay que añadir el aprendizaje de la técnica: Arquear la espalda a tiempo para orientar la cola y frenar, colocar las patas, modificar la velocidad… Todo eso que un loro adulto sabe hacer como si hubiera nacido con ello, es, en un enorme porcentaje, conducta aprendida.
   Pero además de ese aprender a volar, un volantón sigue experimentando una evolución física interna que ya es imposible percibir con facilidad a los ojos de los particulares:
·       Parte del plumaje está aún en desarrollo. Algunas de las plumas largas no están absolutamente formadas, queda riego sanguíneo en ellas, son más delicadas y menos aptas, aunque ya van estando protegidas por el resto, un golpe brusco, un enganchón, las hace sangrar profusamente. Su tamaño final es menor que en adultos y las proporciones entre unas y otras difiere del de los adultos condicionando la forma de las alas y la eficiencia en el vuelo
·       Las suturas óseas continúan desarrollándose y por tanto la demanda de calcio es alta.
·       La musculatura está en crecimiento, hay demandas específicas de proteína.
·       El proventrículo está retrayéndose para adaptarse a la nueva alimentación. El proceso digestivo todavía difiere en tiempo y efectividad del de los adultos.
·       Los datos sanguíneos continúan siendo diferentes del patrón adulto, pero también del patrón que seguían en la etapa anterior. Recuentos como el número de hematíes(RBC) y leucocitos(WBC), el factor hematocrito(HCT), los niveles de algunos minerales y la bioquímica continúan en evolución.
·       El iris va perdiendo la pigmentación oscura y la visión se va adaptando a las nuevas condiciones de luz diurna.
   Todo este proceso está siendo regulado por las hormonas. En especial la glándula hipófisis, responsable prioritario del crecimiento, está empezando a enviar órdenes nuevas al organismo del loro, entre otras cosas,  por el hecho de la mayor exposición a la luz solar. El trabajo comienza a cambiar, pero no se detiene.
   En cuanto al desarrollo mental y social, estos pollos son aún dependientes de los adultos para su sustento, aunque empiezan a probar alimentos más sólidos, a probarlos directamente de las plantas, supervisados por sus padres o a recibirlos  del pico de sus padres. Continúan volviendo al nido para dormir o durmiendo en las ramas inmediatamente cercanas a éste. Siguen dentro del núcleo familiar y dependiendo emotivamente de ello.
La inmensa mayoría de los loros que se venden hoy día en los comercios de España y en muchos países del primer y segundo mundo se encuentran en esta etapa de su desarrollo
3-JUVENIL
   Cuando un pollo comienza a comer por sí mismo y a desenvolverse bien en vuelo, inicia su proceso de relación con el entorno. Está en la etapa juvenil. En muchas especies existe incluso un plumaje diferencial que permite saber que ese loro, con maneras de adulto, con tamaño de adulto no es, sin embargo, un adulto. Incluso para aquellas especies en que esa apariencia externa no es evidente, siguen ocurriendo cambios internos importantes:
·       Van completándose las suturas craneales (calcificación)
·       Se inicia una primera renovación completa del plumaje de vuelo (demanda de minerales, proteínas y lípidos entre otros)
·       El proventrículo y en general todo el aparato digestivo terminan su evolución. El proceso digestivo se equipara al de los adultos.
·       Continúa el desarrollo de los órganos reproductores y van adquiriéndose los caracteres secundarios en las especies que presentan dimorfismo sexual (Coloración del pico, de la pluma, del céreo, del iris…)
Es hacia la mitad de esta etapa cuando el loro empieza a relacionarse con otros juveniles formando parvadas diferentes de las de su familia de origen, aunque en la mayoría de las especies, los parentales acompañan de cerca al grupo y hasta se integran ocasionalmente en él. Comienzan a dormir aparte de la familia, pero no completamente al margen de ella.
   El periodo juvenil comprende muchos meses, incluso más de un año en las especies más longevas. Un guacamayo o una cacatúa de dos años se encuentran aún en esta etapa a todos los efectos.
   En las especies que deben compartir hábitat con otros loros, como es el caso de las cacatúas, de las especies americanas que acuden a las colpas en busca de arcillas, etc. es éste el periodo en que inician su sociabilización interespecífica, es decir, aprender el modo de relacionarse y compartir espacios con animales de especies diferentes de la suya.
    Todavía en esta etapa continúan los procesos de desarrollo, no aparentes a simple vista. Los órganos sexuales ya están en funcionamiento, aunque suelen tener una actividad irregular. Algunos ejemplares precoces pueden comenzar conductas de emparejamiento, pero tienen más de aprendizaje que de verdaderos cortejos. Algunas hembras, sometidas a condiciones de alojamiento o alimentación forzados, pueden incluso poner algún huevo, del mismo modo que alguna adolescente humana muy precoz puede menstruar y hasta tener un hijo a muy corta edad, pero es una excepción que solo indica una falta de sincronía entre los diversos procesos de su maduración psicológica y física.


 Pocos particulares sabrían ver cuales de estos tres ejemplares se encuentran aún en este proceso y que, por tanto, aún necesitarán una tutela para aprender a comportarse.






   Como quizá sea complicado imaginarlo, voy a permitirme mostrar unas ilustraciones que muestran  hasta qué punto es distinto un jovencito que vuela y come solo de un ejemplar adulto en plenitud:






















El primer dibujo muestra el cráneo de un volantón a punto de iniciar su etapa juvenil, con huesos diferenciados y apenas soldados entre sí. Tras un proceso de calcificación, que en algunas especies dura más de un año, y que se indican mediante las líneas y rallado en rojo del dibujo siguiente, el cráneo llega a tener un aspecto completamente diferente del inicial. Es un proceso tan evidente como marcan las señales de la imagen que sigue:

Es fácil entender la fragilidad, la fácil deformación, los riesgos que una restricción de cuidado, de alimento suficientemente nutritivo y de acomodo oportuno, pueden suponer en una parte tan vital como la cabeza. Esto es así por algo, tiene que serlo, porque tanto el cerebro que se aloja en el interior como los propios huesos tienen que seguir creciendo;  pero de modo análogo cabría mostrar huesos largos como el fémur, el húmero, etc. Si el músculo y otras estructuras ligadas a ellos tienen que crecer, si el propio hueso debe crecer, no puede tratarse de una estructura rígida desde el primer instante, sino adaptable y en evolución.
Cada año, vemos en nuestras consultas ejemplares con huesos demasido curvados, con signos de descalcificación y retardos en el desarrollo derivados de actuaciones tan comunes como forzar el destete mediante la restricción de las tomas de papilla. Tampoco falta el caso contrario, especímenes a los que la adición de suplementos inadecuados, el exceso de aporte de vitaminas E y D en el menú o incluso a los propios padres han provocado sobrecalcidficación en tejidos y suturas dando con ellos problemas de capacidad craneal, de emplume, u otros múltiples daños. Los casos extremos que todo profano puede apreciar son solo la punta de un enorme iceberg que incluye picos en tijera, cubiertas de pico estriadas por déficit proteico, huesos con disposición anormal…
Arriba:Húmero curvado, malposición de dedos y  de espalda en un pollo de Ara de cuatro meses. Abajo, prácticamente todas las secuelas de una mala gestión  en el cebado manual de un guacamayo
Solo al final del desarrollo, cuando la osificación está completa, cuando las gónadas están plenamente desarrolladas y el plumaje consolidado, es cuando el papagayo inicia su vida adulta, plenamente independiente de sus padres y comienza la búsqueda de una pareja. Eso no equivale a aislamiento, sino a un cambio en el modo de relacionarse con el grupo.

    Todo el proceso aquí descrito, le lleva al loro un tiempo largo, muy superior al que la mayoría imagina. Un tiempo en el que el ave está no solo creciendo y desarrollándose físicamente, sino también en el aspecto psíquico y en su conducta social, en todos esos aspectos conductuales no inmediatos al nacimiento, ya sea por ir ligados al desarrollo fisiológico o por ser conducta aprendida.
    Tanto los particulares como bastantes profesionales de este mundillo desconocen o eligen ignorar que esto es así.
  La mayoría de los loros que se venden hoy en España y Europa son adquiridos en las etapa de neonatos o de volantones por personas con poca o nula preparación al efecto y muchos de ellos, nunca reciben el cuidado psicológico y las atenciones oportunas para completar sin secuelas su  desarrollo.
No bastan el cariño y la buena intención para completar este proceso. Podemos elegir no creerlo, pero esta es solo una pequeña muestra de la factura que pagamos por nuestro exceso de prepotencia humana:
En las varias décadas de ejercicio que llevamos los profesionales de Guarouba, tanto en grandes colecciones como con particulares, hemos tenido ocasión de tratar con infinidad de ejemplares nacidos en cautividad o capturados en edades muy tempranas. La inmensa mayoría de problemas conductuales y de adaptación observados en estos ejemplares derivaban del manejo ofrecido antes de su edad adulta.
   Los casos llamativos, los alarmantes para casi cualquier profano, son los caracterizados en la imagen superior. Pero no son los únicos; a menudo, cuando un verdadero especialista en conducta acude a revisar un ejemplar “problemático” por cuestiones como las anteriores, se encuentra frente a frente con otros detalles que le han pasado inadvertidos al cuidador habitual y que denotan el origen de esos males con la misma claridad que una exhaustiva entrevista. Enumeraré y ejemplificaré solo una parte:
CARENCIAS MOTORAS
  • ·       No juegan
  • ·       No se columpian o no se suspenden con seguridad
  • ·       No trepan
  • ·       No usan las patas para asir, guardando correctamente el equilibrio con solo una de ellas (Unas especies tienen mayor disposición que otras, es cierto, pero no nos referimos a eso)
  • ·       No coordinan el vuelo
  • ·       Perchan y se posan anormalmente
  • ·       No se yerguen por completo
  • ·       Adoptan posturas de reposo anormales para su edad
  • ·       Se desequilibran cuando dormitan o cuando se sobreexcitan
  • ·       Evitan dormir en perchas altas o duermen directamente en el suelo
  • ·       Apoyan anormalmente las patas, les falta fuerza en ellas

CARENCIAS FÍSICAS Y FISIOLÓGICAS
  • ·       Falta de agudeza visual. Mala visión
  • ·       Problemas óseos (Huesos largos deformados o mal calcificados, malposiciones, falta de falanges o dedos completos, malposición de dedos…)
  • ·       Desproporción y falta de armonía corporal (Cabezas anormalmente grandes, patas cortas, cuerpos pequeños…)
  • ·       Pico estriado y acanalado por déficit proteico en su desarrollo o anormalmente quebradizo por mala calcificación
  • ·       Picos desviados de su eje (En tijera) por falta de dureza y excesiva  presión lateral durante el cebado
  • ·       Hipocalcemia general
  • ·       Tamaño anormalmente pequeño o bajo peso
  • ·       Hipercolesterolemia, pancreatitis, lipidosis hepática
  • ·       Plumaje raído, partido o anormalmente ajado, bandas de estrés, mala pigmentación.

CONDUCTAS ANORMALES (Estereotipias, automutilación, compulsiones, neurosis, etc.)
  • ·       Morderse o tocarse constantemente las patas o las uñas
  • ·       Frotarse contra los barrotes hasta el punto de dañar el pico o el plumaje
  • ·       Bailoteos continuos o amagos de salto en el posadero
  • ·       Posturas anormales o impropias de su edad cronológica
  • ·       Escarbar constantemente en rincones de la jaula, mover constantemente una pata simulando escarbar mientras se agarran a los barrotes
  • ·       Comedores incontrolados
  • ·       Herirse las patas o levantarse las escamas y la piel de éstas
  • ·       Constante posición de solicitud o continuados amagos de regurgitar
  • ·       Sobreacicalamiento del plumaje, picaje
  • ·       Repetición de un sonido infantil de demanda
  • ·       Cortejo a personas o animales de especies diferentes de la suya
  • ·       Rechazo de otros congéneres
  • ·        Terrores nocturnos
  • ·       Engullir objetos y trozos de juguetes
  • ·       Hiperactividad/Pasividad extrema
  • ·       Dificultad de adaptación a los cambios. Neofobia extrema.
  • ·       Gritos continuados
  • ·       Otros

INTERACCIONES SOCIALES ANÓMALAS
  • ·       Hiperdependencia
  • ·       Hiperagresividad
  • ·       Hiper-territorialidad
  • ·       Propensión a pellizcos repetidos
  • ·       Dificultad de concentración en una tarea
  • ·       Excitabilidad/Pasividad
  • ·       Incapacidad de aceptar a otros congéneres, de emparejarse, de atender a los polluelos
  • ·       Estancamiento, retraso o incapacidad para las habilidades sociales. Conducta “autista”.
  • Impronta con especies distintas de la suya.Carencia de identidad específica.


      



Si comparamos las imágenes de este espécimen criado y alojado en cautividad con dos de ejemplares de edad equivalente, esta vez en plena naturaleza, resultan evidentes tanto el desarrollo de su equilibrio como la calidad del plumaje.

Un pollo de loro, a diferencia de lo que muchos particulares creen, no puede permitirse salir del nido con el plumaje precario. Eso supondría su muerte. Por el contrario, las plumas deben tener una excelente estructura, disponerle condiciones de aislamiento, de flotabilidad, de protección máximas, que nada tienen que ver con lo que a menudo encontramos en el mercado con el pretexto de que son jóvenes.   Un pollito puede mancharse más, acicalarse peor, pero esos daños permanentes, esos defectos, denotan mal cuidado, mala nutrición, problemas de salud, destetes forzados o cualquier otro indicio de que la crianza no se desarrolló como debería. Lo tremendamente lamentable de esto es que con frecuencia se podría haber evitado.
   Es verdad que la crianza artificial implica alteraciones en el proceso de evolución de los pollos de loro, sea cual sea la técnica usada, pero también es verdad que si hacemos una pequeña comparativa de los ítems más simples, saltan a la vista numerosos detalles que no sería  imprescindible alterar.

Si aún parece difícil de entender a que me estoy refiriendo, volvamos a las imágenes:



 La profundidad de la cavidad, el grosor de las paredes, la altura hasta el suelo, sugieren aislamiento, tranquilidad. Parece claro que esos polluelos no “saldrán por accidente” al exterior antes de tener fuerza en sus patas y capacidad para trepar hasta el borde.
Podemos ver también las imágenes que suben desde otras entidades que trabajan en campo estudiando a estas aves, como por ejemplo, los del Projeto Arara azul que corresponden a este enlace: https://www.facebook.com/ProjetoAraraAzul/photos/pb.574213109296275.-2207520000.1442679966./983130178404564/?type=3&theater

Poco o nada que ver con el habitual acomodo de nuestros papilleros en el hogar, sometidos no exclusivamente a  los quizá inevitables  cambios desde el nido al contenedor o en el modo de cebado, sino a muchos otros factores no solo no necesarios, sino muy inoportunos.

Buscamos la funcionalidad, la comodidad de manejo, pero lo llevamos a extremos no imprescindibles. Cosas tan sencillas como elegir un contenedor más alto, un fondo más mullido, un lugar menos expuesto,  una iluminación menos intensa o de otro color, etc. están o deben estar al alcance de cualquiera que planea cebar un bebé loro en lugar de sus padres. Algunos criadores más concienciados lo hacen y las diferencias de resultado son palpables desde las primeras semanas, tanto en la conducta como en el desarrollo.
   Es por ejemplo frecuente que se nos relate en numerosos artículos  como los pollos dejados a sus padres tienen curvas de crecimiento distintas y a menudo alcanzan mayor tamaño. ¿No cabe pensar que la acción de la luz sobre la glándula pituitaria tenga algo que ver, como lo tiene en otros seres vivos? ¿No cabe pensar que los periodos de sueño y los ritmos biológicos alterados puedan ser responsables de estas diferencias como sabemos que lo son para otros seres vivos incluídos los humanos? Yo entiendo que si.

   Por cuanto se refiere al desarrollo psiquico, no podemos ignorar tampoco serias diferencias:
   El aprendizaje de relaciones sociales, de reglas de grupo, de modos de interacción con los congeneres se produce desde el momento de asomar al exterior del nido, pero durante periodos tan largos como la propia fase de vida en el nido y a menudo dos y tres veces superiores a esta, los jóvenes loros van a disponer de la tutela de sus mayores.
   El color, los movimientos, las vocalizaciones indican al resto del grupo que es un aprendiz, pero eso no excluye que se le indiquen límites y modos de conducta.

Un loro joven aprende de sus congéneres que no debe usar el pico con violencia, que no debe quitarle comida a un compañero, que tiene que aguardar turno para ciertas acciones, que debe estar atento a los gestos y al lenguaje corporal de sus compañeros y pedir permiso para acercarse o tocar. Aprende a definir su espacio propio y a respetar el espacio común… Todas esas cuestiones que de forma IMPRESCINDIBLE alguien debería guiar también cuando el loro es separado de sus congéneres y debe madurar en un entorno humano.
   Por el contrario, innumerables loros jóvenes son dejados a su suerte desde el punto de vista de la sociabilización, se confunde dicho proceso con hacer dócil y manso al polluelo, sin atender a las restantes habilidades sociales.
Durante muchos años, he tenido ocasión tanto de criar a papilla ejemplares de muy distintas especies, entre ellas loros,  con medios no siempre óptimos, como de tratar problemas conductuales de otros ejemplares, singularmente en los últimos quince años, en que mi dedicación se ha orientado más al área de los loros mascota. Invariblemente he tenido mejores resultados a largo plazo cuando he procurado imitar a la naturaleza y guiarme por sus pautas. Incluso cuando hablamos de especímenes manipulados, de ejemplares que desarrollaran la práctica totalidad de sus vidas en un entorno artificial, los efectos de haber ignorado o eludido los condicionantes naturales han conducido a algún problema, así pues, mi conclusión y la que intento transmitir es clarísima: No podemos mejorar a la Madre Naturaleza, pero si inspirarnos en ella para acercarnos a nuestros objetivos. Doy fe de que se puede y de que vale la pena.

   “Dedicado a todos los papagayos con o sin nombre propio que me enseñaron lo que hoy sé y me muestran a diario cuanto me falta por saber”.

Las imágenes de aves en libertad son propiedad de Jose Antonio Díaz Luque a quien agradezco su cesión para este trabajo.
   Está prohibida la reproducción total o parcial  sin la expresa autorización del equipo de Guarouba consultores.